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  • Foto del escritorIsaac Román

¿Estás con la persona correcta?

—Ella no te conviene.

Escuché eso algunas veces a lo largo de mi vida…no sé por qué mi mamá y mis tías pensaban que estaba demasiado joven para una relación si ya tenía ¡¡nueve años!!


No, ya, en serio. A veces ni siquiera uno sabe lo que le conviene, ¿qué van a saber los demás? Bueno, debo reconocer que algunas personas sí saben algunas cosas que le ayudan a uno a saber si una persona es para uno o no. Por eso me atreví a compartirte algunas de esas cosas que me enseñaron. Aquí voy.



Nacimos para relacionarnos. Nos gusta hacerlo. Aun aquellos que se consideran tímidos o asociales disfrutan, en cierta medida —y con ciertas personas— la compañía. Sin embargo las relaciones no son fáciles todo el tiempo.


Las excepciones nos confunden porque cuando encontramos a alguien con quien conectamos fácilmente lo convertimos en el ideal (o lo más cercano a ello) que queremos para nuestras relaciones.


Quizás el primer traspié en nuestras relaciones es justamente ese ideal. Es que, a menos que tratemos el ideal como lo que es —un ideal— no podremos tener relaciones saludables.


Vamos a poner el ejemplo de nuestras relaciones amorosas, esas nos servirán para traspolar los principios de los que hablemos en este blog a los demás tipos de relación (familia, amigos, compañeros, etc.). En una relación amorosa siempre nos llegamos a preguntar si será o no la persona correcta. Lo cierto es que nunca sabrás esa respuesta porque no es la pregunta correcta.


Creo que no es una pregunta sino varias las que nos ayudarán a determinar si podremos mantener una relación saludable con la persona con la que nos relacionamos, noviamos o estamos por invitar a salir.


La primera pregunta no es: “¿es la persona para mí?” sino “¿soy la persona?”. Cuidado con esta pregunta, no se trata de que seas la persona para alguien más sino de que seas la persona…la persona para ti. Hablo de tu relación contigo. Difícilmente desarrollarás una buena relación interpersonal manteniendo una caótica relación intrapersonal.


La segunda pregunta es: ¿estoy listo para una relación? No me refiero a que debas cumplir ciertos criterios sino a que muchas veces iniciamos una relación sin haber cerrado completamente una anterior. A veces convertimos a una persona en la distracción para dejar de pensar en la anterior (sí, aquello de un clavo que saca a otro). A menos de que hayas superado las relaciones anteriores estás destinado a cometer los mismos errores porque la herida sigue abierta en el fondo y eso siempre afecta. No superar los “ex” te hace establecer comparaciones injustas.


La tercera pregunta es: ¿cuál es mi ideal? Como dijimos antes, los ideales son un arma de doble filo, por un lado nos hacen aspirar a algo mejor y salir de lo común pero por otro, nublan nuestra vista y no nos dejan ver la realidad. Los ideales no son reales, tenemos que aprender a relacionarnos con la realidad y dejar ir los ideales. Los ideales son como globos con helio, si lo sueltas se van y entonces te das cuenta con qué te quedas. Además, usar el ideal como criterio para las relaciones hace que nadie alcance tu estándar y terminarás recriminándoles a los demás lo que ni tú mismo puedes dar.


La cuarta pregunta puede ser ¿compartimos valores? Gran parte del fracaso de todo tipo de relaciones es la incompatibilidad de los valores. Esto no solo se refiere a valores de tipo moral (aunque son el punto de partida) sino en aquellas cosas que valoramos en la vida, lo que es importante. En la Biblia se da la ilustración del yugo que usan los bueyes para halar las carretas. Dos bueyes que comparten un yugo caminan hacia un mismo lado, si alguno quiere tomar otro rumbo sencillamente no puede…a menos que se quite el yugo.


La quinta y última pregunta que quiero compartirte es esta: ¿puedo soportar lo que no me gusta sin afán de cambiarlo? No mal entiendas esta pregunta, sé que todos tenemos cosas que cambiar y definitivamente nuestra pareja nos ayuda en ello, pero no influye en esos cambios porque algo no le guste sino porque nos complementa y nos inspira a cambiar.


Si quieres cambiarle cosas a la persona con la que estás quizás no debiste iniciar esa relación. Todos tendrán cosas que no te gusten y tienes que preguntarte si podrías soportar y convivir con ello o no. En caso de no poder con eso, la relación no funcionará. Una relación saludable no es aquella en la que todo nos gusta sino también aquella en la que nos aceptamos como somos.


Así que como ves, relacionarnos no es fácil pero casi siempre el mayor problema es aquello de nosotros mismos que no hemos trabajado. El fracaso en las relaciones interpersonales está marcado en gran medida por un corazón roto, quebrantado, herido o maltratado que no ha sanado. Para sanar las relaciones con los demás debemos empezar con sanar la relación con nosotros mismos, con nuestro pasado y desaciertos.


Todo esto vale la pena. Puede tomar un poco de tiempo y algo de ayuda pero no te arrepentirás, será una inversión en ti. La sanidad de tu pasado y el afrontamiento de tu presente da como resultado un mejor futuro. Y estoy seguro de que quieres un mejor futuro. Así que ánimo. Toma decisiones. Decídete por ti.

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