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Foto del escritorIsaac Román

Educadores de la omnipresencia

La generación desconectada no es la de los hijos, es la de los padres. Nosotros, los papás, los educadores de nuestra familia, estamos lejos. Estamos desconectados de la realidad que viven, de las necesidades que tienen y de los riesgos que corren.



Tenemos las mejores intenciones (casi siempre) pero tomamos malas decisiones. Por estar conectados a nuestros trabajos permanecemos desconectados de nuestros hijos. Ahora más que nunca, cuando aprendimos (a la fuerza) que podemos trabajar desde casa, pasamos tiempo con nuestros hijos pero estamos desconectados de ellos.


“Cada papá tiene su librito”. He escuchado expresiones semejantes cuando se trata de los que enseñan. Así como: “cada maestro tiene su librito”. Siempre imagino a alguien sosteniendo un libro en su mano mientras le enseña algo a otro. Así literal.


La imagen no está tan distante de la realidad solo que no es un librito lo que hay en la mano sino un celular. Y lo que se está leyendo no es necesariamente un libro sino casi siempre una red social. Lo que sí está pasando es que se está enseñando algo, pero no exactamente lo que se quiere ni tampoco lo que se debe.


Hoy los papás educamos a nuestros hijos con un celular en la mano pero no estamos hablándoles, estamos modelándoles; porque de todas maneras, si les habláramos no nos escucharían, porque nuestras acciones tienen altavoces mientras que nuestras palabras son susurros. Lamentablemente no estamos ahí.


Decimos estar presentes (cuando estamos en la misma habitación) pero no estamos ahí realmente.


Estamos lejos.


Estamos enseñando. Que no quepa duda. Somos educadores por excelencia.


Estamos enseñándoles como ser omnipresentes.


Sé que lo sabes, estoy expresando una ironía. Pero es la cruel realidad familiar que vivimos. Mientras permanecemos con nuestros hijos en la habitación y a la vez estamos pendientes del celular, la computadora o cualquier otro dispositivo “inteligente”, estamos mostrándoles cómo estar sin estar.


Estamos diciéndoles que podemos estar con alguien y a la vez no asumir la decencia de mirarla a los ojos y preocuparnos por sus emociones. Estamos enseñándoles cómo desconectarse de las prioridades para conectarse con las responsabilidades.


El señor Sherman carga a su bebé recién nacido en brazos pero deja una mano libre para ver la pantalla.


¿Puedes imaginar esa escena?


Tiene el rostro más puro, sencillo, tierno y adorable del mundo frente a sus ojos pero solo tiene tiempo para ver una pantalla. Podría estar viendo la belleza en su máxima expresión pero solo puede ver la falsa belleza que se muestra en los perfiles editados de sus redes.


Un poco después está en el parque con su hijo convertido en niño, quien hace piruetas llamando su atención pero los ojos del señor Sherman están enviciados en las nuevas publicaciones de los noticieros.


¿Captas también esta imagen?


Tiene frente a él el milagro de la vida, la simpleza, la maravilla del desarrollo y el amor más transparente que nunca jamás va encontrar en la vida, pero solo tiene tiempo para “aprovechar” el momento y ponerse al día con lo que otros creen que es tan maravilloso que deben publicarlo.


Años más tarde el señor Sherman se da cuenta que su hijo creció y él envejeció, y quiere empezar una relación. Se cansó de llenar sus ojos de vanidad frente a una pantalla y re-dirige su mirada a aquel hombrecito lleno de salud, energía y determinación, que ahora parece distraído; se acerca buscando llamar su atención, pero su hijo aprendió demasiado bien.


Ya no está ahí. Ya lo le importa. Ya no busca la aprobación de papá sino los “me gusta” de sus redes sociales. Es un ciber-zombi más, que no solo no está interesado en hablar con su padre sino que no sabe cómo hacerlo porque todo lo que aprendió de él fue a estar presente y mantenerse ausente.


Triste realidad, ¿no te parece?


Estamos desconectados. Una generación de la otra. Por favor no pienses que los niños o adolescentes solo quieren pasar pegados a una pantalla, es que eso es lo único que les enseñamos; no los juzgues por su descortesía y falta de vocabulario, fue lo poco que alcanzamos a decirles; no es que no quieren obedecer a sus padres o vivir la vida fresca y real del mundo de los mortales, es que desde chicos les enseñamos que de eso se trataba la vida, de la omnipresencia. No podemos esperar que actúen de otra manera porque los hemos educado con nuestro librito…les hemos hablado con nuestro ejemplo.


Necesitamos recuperar la conexión.

Invertir tiempo en lo que verdaderamente nos da ganancias y satisfacción permanente: nuestros hijos.

Mirarlos a los ojos.

Disfrutar sus aventuras.

Jugar en sus mundos de fantasía y volver a ser niños con ellos.

Necesitamos dejar de lado nuestros equipos electrónicos para conocer a nuestros hijos y dejarnos conocer por ellos.

Abrir nuestros corazones imperfectos, endurecidos y superficiales para que la sencillez, la nobleza y la pureza de sus almas nos sanen.


Crezcamos juntos, aprendamos juntos, tomémonos de la mano y caminemos por el difícil trayecto de la vida teniéndonos los unos a los otros, conectados unos con otros.


Queremos ser omnipresentes pero no sabemos ni siquiera estar presentes donde estamos.


Porque estamos sin estar.


Porque nuestro cuerpo está presente pero nuestro espíritu está ausente. Somos seres desalmados que poco a poco perdemos nuestra esencia, nuestra humanidad, nuestra sensibilidad, nuestras relaciones.


El problema no lo tienen los celulares inteligentes, sino los inteligentes que no saben usar un celular; sabemos el manejo mecánico y pragmático pero no sabemos hacer un uso adecuado del mismo.


Nuestros hijos están enviciados con los aparatos electrónicos porque nosotros también lo estamos, porque desde hace tiempo perdimos la habilidad de usar el aburrimiento como recurso creativo, porque no sabemos aprovechar los silencios incómodos para aprender a comunicarnos y porque en vez de pasar tiempo de calidad con ellos les damos un celular para que se entretengan y nos dejen trabajar.


Estamos atados de manos, no podemos quejarnos. Nosotros, los adultos, estamos criando a la nueva generación….con un celular en la mano.

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