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  • Foto del escritorIsaac Román

¿Por qué No?

No le digas “no” a tus hijos. Críalos en el sí. Muéstrales que el mundo puede ser grandioso, que pueden ver con optimismo la vida y que no todo está marcado por el negativismo limitante del NO.

“No toques eso”.

“No juegues ahí”.

“No llores”.

“No tires eso”.

“No hagas lo que estás haciendo”.

¡Cuántos “no”!



¿Deberíamos decirles “no” a nuestros hijos?


Yo creo que SÍ. Deberíamos decirles “NO” a nuestros hijos.

Sí, tienes permiso para leer de nuevo la frase. No, no me equivoqué. Yo Sí creo en el No. Creo que el “No” tiene muchos beneficios, entre ellos estos:


· El “No” marca un límite y los límites son indispensables para la vida, la convivencia, los valores y la vida en sociedad.


· El “No” educa las fuerzas internas que tienden hacia el egoísmo e individualismo.


· El “No” marca una distinción entre el bien y el mal creando un camino para el desarrollo del pensamiento crítico, fundamental para la toma de decisiones.


· El “No” mantiene el espíritu enseñable, recordándonos que todavía nos falta mucho por aprender y que hay muchos a nuestro alrededor que nos pueden enseñar.


Yo sé que hay una fuerte tendencia a sustituir el no y a veces a extinguirlo de nuestro vocabulario de crianza, los papás dudamos de si debemos decir que “No” o decirlo todo de una manera “más amigable”. Y creo que es justo ahí donde está el problema: pensamos que el “No” es un enemigo, sin embargo no lo es, es parte esencial de la vida. Nos toparemos con él muchísimas veces a lo largo de nuestras vidas y si no enseñamos a nuestros hijos a lidiar con él se sentirán indefensos cuando lo enfrenten.


Ahora bien, una crianza marcada solo por el “No” tampoco es correcta, porque en la vida hay que aprender acerca del “Sí”. Ambos son lados de la misma moneda y debemos conocerlos. Apunto a una crianza en equilibrio, sin temor a uno o a otro, eso sí, hay ciertos aspectos que debemos considerar a hora de una crianza saludable en donde el “No” no sea enemigo y el “Sí” no sea permisivo.


1. Criamos con un exceso de “No” porque nuestros hogares no son amigables para nuestros hijos, están diseñados para adultos con criterio y funciones ejecutivas desarrolladas. Los niños apenas están empezando a crecer y a desarrollarse, los espacios físicos donde los criamos no están diseñados para la crianza.


2. Criamos con un exceso de “No” porque los padres criamos desde el hígado, no desde el corazón; no hemos sabido manejar nuestras emociones y reaccionamos airados o asustados cuando ellos están explorando el mundo que les rodea.


3. Criamos con un exceso de “No” porque estamos replicando la educación que recibimos sin cuestionarnos si fue la más adecuada o si podemos hacerlo de otra manera. Pensamos que el tipo de crianza que recibimos no nos hizo daño porque “estamos vivos” pero la verdad es que he conocido a muchos padres que están afectados emocionalmente y ni se dan cuenta de su propio daño…obviamente alguien herido hiere a otros.


Si al menos pudiéramos corregir estos tres aspectos le perderíamos el miedo al “No” porque no estaríamos expuestos a decirlo tantas veces, nos sentiríamos más cómodos poniendo límites y criando con respeto pero con sabiduría, permitiéndoles a nuestros hijos saber que el “No” y el grito no son agua de la misma fuente, podemos decir “No” a algo sin enojarnos, levantar la voz o golpear; más bien decir “No” en un contexto de límites es decirlo con asertividad, paciencia y amor.


Recuerda que tu hijo necesita el “No” tanto como necesita el “Sí”. Es parte de su necesidad de crianza. Como papás responsables tenemos que mostrar la vida tal como es y aprender a movernos en el equilibrio entre mantener la esperanza y enfrentar el fracaso, entre ser optimistas sin tapar lo negativo. La mejor forma de criar un espíritu firme y una voluntad determinada es enseñándoles a enfrentarse al “Sí” tanto como al “No”.


¿Cuáles otras condiciones crees que son necesarias para que no tengamos que extinguir el “No” de la crianza de nuestros hijos?

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