Si tienes la bendición de convivir con tus abuelos comprendes lo difícil que puede ser la interacción entre las generaciones. Abuelo, papá, hijo y nieto en un solo espacio, intentando convivir, ponerse de acuerdo y tomar decisiones: ¡vaya desafío! Analógicos, Inmigrantes, Millenials y Digitales.
Algo semejante puedes verlo en las empresas y también en las escuelas. En muchos casos los abuelos y los papás se entienden pues crecieron en épocas que compartían principios e ideologías; tuvieron sus desencantos pero lograron tolerarse lo suficiente para convivir a pesar de las diferencias.
Las distancias se empiezan a notar con las siguientes dos generaciones: los millenials y los nativos digitales. Los primeros intentaron seguir las ideologías de sus antecesores pero cuando les tocó salir a la realidad se encontraron con un mundo diferente para el que fueron criados. Los conceptos sólidos de la escuela no sirvieron en un mundo líquido y eso fragmentó las generaciones. De éstos vienen los nativos digitales quienes no están dispuestos a creer en todo lo que no ha funcionado a lo largo de la historia y prefirieron crear un mundo nuevo, con nuevas reglas.
Esta no es una defensa de cierta teoría o categorización generacional sino una perspectiva que nos ayuda a comprender mucho de lo que pasa en nuestra sociedad, en las relaciones y en la convivencia. Tanto en la política, la economía, la religión y en la familia, los conflictos generacionales se dan porque no nos entendemos. Tenemos que aceptar que entendernos no significa justificarnos sino crear puentes a través de la comprensión y la tolerancia.
Un olvidado principio Bíblico reza: “sopórtense unos a otros en amor”, dando a entender que la tolerancia tiene que ver con soportar, con aguantar, pero no como justificación de la explotación o el aprovechamiento de unos sino como muestra de paciencia y humildad entre dos personas que se aman pero que son diferentes. Esa clase de tolerancia la necesitamos para convivir entre generaciones.
Nuestras diferencias son claras pero difíciles de aceptar. Tenemos que recordar que crecimos en mundos diferentes y que cada generación aprendió a vivir en su propio mundo, sin embargo es un mundo cambiante y tenemos que lograr conectarnos entre generaciones. ¿Cuál generación es más responsable? Quizá ninguna y tal vez todas. Cada generación es consecuencia de la anterior y a su vez, cada generación es responsable de preparar a la siguiente para asumir las riendas del mundo.
Mi abuelo es de la generación de los análogos; él creció en un mundo que escuchó la primera transmisión del mundial de fútbol por radio. Mi papá, en cambio, creció en el mundo de la televisión, dicen que fueron los primeros del vecindario en tener un televisor y los niños iban a su casa a ver juntos algunos de los pocos programas que se transmitían. Yo crecí con televisión a color, la computadora y siendo todavía adolescente vi la llegada de los celulares y el internet. Mi hijo nació en una época en la que el mundo sin tecnología es inconcebible.
Es fácil encontrar nuestras posturas diferenciadores: los análogos parece que ya renunciaron al mundo y se cruzaron de brazos, los inmigrantes (adultos) sintieron que les robaron el mundo pero se resisten a perder el poder, los millenials fuimos la generación defraudada con las promesas de lo que no pasó y los nativos digitales están apoderándose de todo y cambiando las reglas.
Pero encontrar lo que nos une puede tomarnos más que una crítica, requiere de un sincero análisis generacional. Necesitamos con urgencia construir puentes entre generaciones. La unidad nos hace fuertes, la división nos debilita. Es mucho lo que podemos conseguir con la sabiduría de los abuelos, la seguridad de los padres, la determinación de los millenials y la creatividad de los nativos digitales.
Todos estamos conviviendo en este mundo cambiante. No es un mundo fácil y lo es cada vez menos mientras nos mantengamos distanciados. La flexibilidad de los adolescentes se convierte en una fortaleza cuando la sabemos canalizar. La inconformidad de los millenials se convierte en expansión cuando la sabemos enfocar. La apatía de los adultos se convierte en motivación cuando hallamos renovación. La terquedad de los ancianos se convierte en determinación cuando sabemos redireccionarla.
El mensaje es simple: tenemos que abrir el diálogo entre generaciones para construir puentes. Cada generación aceptando sus limitaciones y oportunidades, cada una sabiéndose necesitada de la anterior y la siguiente. Solo así tendremos un mundo mejor, una empresa mejor, una familia mejor, una vida mejor.
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