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  • Foto del escritorIsaac Román

El fracaso de nuestra educación

Hay un paciente en cuidados intensivos. Sus órganos internos colapsaron hace tiempo. Su capacidad de interactuar con las demandas del entorno se desplomó. Ahora depende de una máquina para sobrevivir. Si se desconecta de ella irremediablemente morirá. Pero puede seguir funcionando como muerto en vida, gracias a una máquina.


¿Bendita máquina? Lo sería si ese paciente fuera uno de nuestros familiares. Le haríamos hasta una estatua. Pero no se trata de un ser querido; el paciente que nos negamos a dejar ir se llama “la educación” y la máquina, la maldita máquina, se llama “el sistema”.



El sistema se encarga de obligarnos a todos a seguir la estructura educativa que reconoce a un titulado. Podrías encontrar personas más competentes para un determinado puesto pero sin el título “formal” que lo avale y por esa razón contratarían a alguien que tenga el título pero una menor capacidad. El sistema está ligado —o quizás nace— de la jerarquía político-social que nos gobierna y que aprueba lo que es válido o no.


Sin embargo, que algo sea válido no significa que sea lo mejor. Tan solo es lo que se acepta a costas de que sea obsoleto, poco eficiente o inútil. Es una cortina de humo que nos toca aceptar aunque no esté rindiendo los frutos deseados. La educación ya no está pensada para satisfacer las demandas de un mundo cambiante sino las demandas de protocolos y requisitos institucionales.


La educación, tal como la conocemos, fue diseñada para un mundo que ya no existe. Por lo tanto debemos dejar de llenar de parches y remiendos a la pobre educación que tanto le dio a nuestros padres y empezar a proponer una que responda a las necesidades de una nueva realidad. El sistema educativo tradicional dio lo que debía dar, debemos honrarla y apoyarnos en sus principios —mas no en sus formas— para diseñar la nueva educación.


En su esencia, hay tres aspectos que nos ayudan a entender por qué la educación está obsoleta, te darás cuenta que las razones van más allá de hablar de la virtualización o del uso de la tiza con pizarra verde. Entre muchos otros, estos tres factores nos ayudan a entender por qué la educación está obsoleta:


· Factor 1: El conocimiento dejó de ser un medio y se volvió un fin.


El fin del proceso educativo no es el conocimiento. No hace falta explicar que el conocimiento por sí solo es como un estanque de agua cuya falta de movimiento le provoca larvas y mal olor. El conocimiento que no se sabe utilizar se olvida y se desecha. La cantidad de contenidos que se deben dar a lo largo del proceso educativo formal hace que no alcance el tiempo para aprender. Se centra más en la cantidad de notas para calificar a un estudiante que en producir estudiantes calificados. El conocimiento es un medio que nos ayuda y facilita la práctica, nos permite desempeñarnos de maneras más eficientes, pero no es el fin porque sin la destreza para usarlo, el conocimiento es solo agua estancada.


· Factor 2: La evaluación es discriminatoria


Evaluamos para separar a los inteligentes de los que no lo son —también llamados popularmente brutos—, haciendo que la educación no sea un proceso interesante, divertido y atractivo sino desalentador, discriminatorio y clasista. La evaluación debería estar inmersa en todo el proceso educativo y no solo al final, y no debería contemplar solo el conocimiento sino el aprendizaje. La evaluación no debiera ser usada como el arma para destruir a los que se equivocan sino como la herramienta para construir a los que están aprendiendo. Después de todo, equivocarse es una de las mejores maneras de aprender.


· El aprendizaje no es significativo.


Los estudiantes van y cumplen porque los obligan o porque es mejor ir a la escuela que quedarse en casa. Pero no sienten entusiasmo por aprender y mucho menos entienden para qué les sirve lo que les están enseñando. Saben que deben escuchar y retener lo suficiente para contestar el examen pero no porque lo vayan a necesitar en su realidad de vida. El aprendizaje responde a las normas tradicionales del sistema pero no a las necesidades reales de las nuevas generaciones. Cuando estamos frente a información que no es importante, el cerebro no la retiene ni se entusiasma en escucharla porque sabe que no sirve; caso contrario, cuando sabemos que algo es importante le prestamos atención y recordamos mejor.


Lo que está pasando es que el sistema educativo nos está enseñando otras cosas que no son necesariamente las que debiéramos aprender. Por ejemplo estamos aprendiendo a burlar el sistema, a copiar en los exámenes para obtener una calificación que diga algo que no es verdad, con lo cual estamos aprendiendo a mentir y a categorizarnos por números. Hemos aprendido a secuestrar la inteligencia y a unificar la mente humana que fue diseñada para expandirse y caracterizarse por su singularidad, creatividad y autenticidad.


Al pedir que levante la mano quién cree que la educación está obsoleta y necesita cambiar, la primera que levantaría la mano sería la misma educación, en un último suspiro agradecería por tanto aprecio y exhalaría en paz por haber cumplido su propósito, sabiendo que una nueva educación está emergiendo y respondiendo a las demandas de un entorno cambiante y muy diferente.



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